sábado, 26 de septiembre de 2015

Cuando Trafalgar se apaga. Desde todos los caminos






Para llegar al lugar donde se desea, a veces es necesario que dejemos al tiempo balizar los caminos de la fe en uno mismo; no olvidar los sueños, no abordar con impaciencia, mirar a lo lejos para poder sectorizar un trayecto y la mejor señal, disfrutar en todo momento mientras se alcanza el destino. Todo caminante que sea capaz de respetar las señales, sabe que en ocasiones la mejor manifestación de estar en el lugar adecuado nos puede situar alejados de la soledad del viento y la vereda estrecha. Aunque alejados en tiempo y espacio real del sendero, ese lugar es el primer punto de partida anotado en el cuaderno.
Una persona que llega de manera repentina a un círculo de conocidos, trayendo consigo en el mapa de su vida lugares por descubrir, lugares sin duda que al hablar de ellos se puede sentir que son los mismos anotados en mi cuaderno de rutas por hacer aunque desprovistos de espacio y de nombre propio. 

Alejados del verdadero destino, una tarde de primavera marca una nueva etapa soñada sobre un horizonte vacío,  sí, tiene la misma luz de todos los lugares recorridos, un faro, faro de Trafalgar.
Aquella tarde la pasión por esas luces del mar me alejó del mundanal ruido de la ciudad, de los datos técnicos de otros faros y de una directiva encorbatada con chaquetas algo deslucidas en algunos. No le tembló la voz al ofrecerme su lugar junto al faro para visitar Trafalgar, un verdadero icono de la cultura de faros me hablaba aquella tarde de música en el agua, ello me transportó a una dimensión más elevada, fuera de la realidad o del tiempo, como si las mismas agujas del reloj dispusieran otros minutos en nuestro instante de conversación. Trafalgar, Cádiz, océano Atlántico, un lugar alejado de mis viajes rutinarios que en aquel instante volcaban sobre mis emociones infinitas referencias de cómo comenzar mi camino a pie junto al mar. Juan Martínez, dispuso todas las luces necesarias para que pudiera alcanzar la luz de un gigante de luz en la costa gaditana. Aunque siempre dije que ese 21 de mayo, en los ojos de Juan vi el verdadero color del mar, unos ojos como los suyos no son sólo miradas, la magia del mar está contenida en ellos. Pero el faro más inmenso que jamás encontré, lo hallé en su corazón, lugar especial, atalaya alzada por encima de ese otro mundo. Esa tarde, él era el faro de mis caminos, anotado con toda la emoción en mi cuaderno, "en Trafalgar hay un faro, y en ese faro vivió la luz de todos los faros en forma de hombre, Juan Martínez."



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